Los Animales de la Granja

Cuento "Los Animales de la Granja"

Da vida a este cuento y pásalo en grande con sus protagonistas.

¡Bienvenido a la granja más ruidosa y divertida del mundo! 

¡Menudo jaleo!

Hoy es un día muy especial para los animales de la granja. Después de varias semanas de espera, ¡por fin van a conocer al nuevo granjero! ¿Cómo será? ¿Alto o bajo? ¿Bromista o serio? ¿Amable o antipático?

¡Que alboroto! ¡Ni mil grillos juntos hacen tanto ruido! Maullidos, ladridos, rebuznos, graznidos… ¡Todos hablan a la vez!

Cuando al fin conocen a su nuevo amo, les parece un humano muy simpático, sobre todo a la cabrita, que no para de balar para darle la bienvenida.

Sin embargo, pronto se dan cuenta de que es muy gruñón y perezoso.

– ¡Despierte, señor granjero -muge la vaca-! Ya es de día y tenemos hambre ¡tiene que darnos de comer!

-Ahora tengo mucha prisa -responde enfadado-. ¡Ya comeréis cuando regrese del pueblo, glotones!

-Al menos -maúlla el sediento gatito, saque un poco de agua del pozo y denos de beber.

¡Sois unos caprichosos! -grita el injusto granjero mientras ensilla a veloz, el caballo de la granza. ¡Beberéis cuando yo lo diga!

-iPobres lechoncitos míos! -se lamenta la mama cerdita. ¡están hambrientos!

Al caer la tarde, veloz regresa al establo muy cansado y triste y cuenta a sus amigos lo mal que lo ha tratado el granjero.

– ¡Qué ganas tenía de llegar a casa! -relincha casi sin fuerzas-. ¡he galopado muchos kilómetros y aún no he comido!

-Pobre, veloz -bala el cordero -. ¡Tiene las pezuñas heridas!

– ¡Esto no puede seguir así! -dice de pronto el carnero-, ¡Debemos darle una lección para que aprenda a ser más amable y educado!

A la mañana siguiente, cuando el granjero se dirige al establo para coger su guadaña, se lleva una desagradable sorpresa… ¡Todos los animales le están esperando para impedirle el paso! ¡Hasta los ratoncitos están en huelga!

Rojo de ira, coge un palo y va en busca de Rufus, el perro pastor.

– ¡Sal de la caseta, holgazán! -grita furioso-. ¡Ve a decirles a tus amigos que tienen que trabajar!

Pero como Rufus no le hace ni caso, decide solucionar el problema él mismo.

– ¡Camina, burro cabezota! -le chilla mientras tira con fuerza de las bridas.

– ¡No puedes tratarnos así! -rebuzna el burro-. Si fueses amable, yo te ayudaría a arar los campos y las aves no picotearían el sembrado.

Y de tanto tirar y tirar, las bridas se rompen y el malvado granjero acaba con el trasero en un enorme charco de barro.

¡Socorro, socorro! ¡Mis animales se han vuelto locos! -grita pidiendo auxilio

El herrero, al oír los gritos, acude enseguida para ver qué ocurre y, cuando el granjero le cuenta toda la historia, le contesta muy enfadado:

– Un buen granjero nunca se hubiese comportado de ese modo. ¡no me extraña que estos pobres animales no quieran trabajar!

Las palabras del herrero consiguen que el granjero se dé cuenta enseguida de todo lo que ha hecho mal.

– A partir de hoy nunca os faltará alimento ni agua -les dice muy arrepentido mientras limpia el corral.

-¡Viva! -pían los pollitos-. ¡Serás el mejor amo del mundo! Así, el granjero ha aprendido una gran lección:

“En la vida como en el campo, se recoge lo que se siembra”.