Cuentos cortos infantiles para leer con niños y niñas
Los mejores cuentos cortos infantiles para que los padres se los lean a los niños y niñas. Con esta selección de cuentos los niños aprenderán valores y desarrollarán la imaginación a la vez que se divierten.
Cuentos infantiles cortos para disfrutar con los niños en familia
Seis cuentos breves y sencillos especialmente pensados para niños y niñas de 1 año.
Un pequeño pingüino que no encuentra el camino a casa, un pulpo enfadado con sus tentáculos… y muchas más aventuras para pasarlo en grande disfrutar de las ilustraciones.
Érase una vez… tres cerditos que dejaron a papá y mamá para conocer mundo.
Durante todo el verano vagaron por los bosques y las llanuras, jugando y divirtiéndose. Ninguno era más feliz que los tres cerditos, y se hacían amigos de todo el mundo con facilidad.
Érase una vez una niña que llevaba una preciosa capa roja. Se la había hecho su madre, que sabía coser muy bien. La niña se la ponía tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.
Un día, la madre de Caperucita la llamó y le dijo: «La abuela no se encuentra muy bien. He hecho unas galletas y quiero que se las lleves».
Érase una vez un rey y una reina que tuvieron una niña, y al ver su pelo negro, su piel blanca como la nieve y sus labios rojos decidió llamarla Blancanieves.
Blancanieves creció y se convirtió en una niña muy bonita, pero por desgracia, al cabo de unos años, su madre murió y su padre se casó de nuevo. La nueva reina, la madrastra de Blancanieves, también era una mujer hermosa, pero muy vanidosa. Lo que más deseaba era estar segura de que era la mujer más bella del mundo.
Da vida a este cuento y pásalo en grande con sus protagonistas.
¡Bienvenido a la granja más ruidosa y divertida del mundo!
¡Menudo jaleo!
Érase una vez una familia de patos que vivía en una vieja granja, y mamá pato se había sentado sobre una nidada de huevos nuevos. Una bonita mañana, los huevos eclosionaron y salieron seis patitos.
Pero un huevo era más grande que los demás y no eclosionó. Mamá Pato no recordaba haber puesto el séptimo huevo. ¿Cómo había llegado hasta allí? ¡TACK! ¡TOCK! El pequeño prisionero picoteaba dentro de su cáscara.
Érase una vez un joven y apuesto príncipe que tuvo la desgracia de ofender a un hada malvada.
Para vengarse, ella lo convirtió en una fea rana y lo metió en un pozo. Sucedió que el pozo estaba en el patio del palacio de un rey y, en los días de buen tiempo, cuando el sol brillaba cálidamente, la hija menor del rey acudía a veces allí para divertirse lanzando una bola dorada al aire y cogiéndola al caer.
Érase una vez un tallador de madera llamado Geppetto. Hacía marionetas con trozos de madera y llamaba Pinocho a su marioneta favorita.
– Me encantaría ser padre de un niño de verdad como Pinocho- deseaba.
Aquella noche, el hada azul, que sabía que Geppetto era un buen hombre, costó un hechizo mágico sobre Pinocho. Al día siguiente, Geppetto se despertó y se puso muy contento al ver que Pinocho podía andar, sentarse y hablar como un niño de verdad.
En el mundo de los animales, había una liebre muy arrogante porque decía a todo el mundo que era la más rápida. Por eso siempre se reía de la lenta tortuga.
-¡Mira la tortuga! ¡Oye tortuga, no corras tanto que te vas a cansar de ir tan rápido! – decía la liebre riéndose de la tortuga.
Hace muchos años, cuando Inglaterra era sólo un puñado de reinos que luchaban entre sí, nació Arturo, hijo del rey Uther.
La madre del niño, murió al poco de dar a luz y el padre se lo entregó al mago Merlín para que lo educara. Merlín decidió llevar al bebé al castillo de un noble que tenía un hijo de pocos años llamado Kay. Para garantizar la seguridad del príncipe Arturo, Merlín no reveló sus orígenes.
Era un caluroso día de verano y Alicia se aburría sentada junto a su hermana, que tenía la nariz hundida en un libro. De repente, un pequeño Conejo Blanco de ojos rosas corrió delante de ella gritando:
– Vaya, vaya, llego tarde
El Conejo sacó un reloj del bolsillo para ver la hora. Sacudió la cabeza y desapareció por una madriguera.
Hace mucho, mucho tiempo, ocurrió algo muy extraño en la próspera ciudad de Hamelín.
Una mañana, cuando sus gordos y satisfechos habitantes salieron de sus casas, encontraron las calles invadidas por miles de ratones.
Érase una vez un molinero que, al morir, no tenía nada que dejar a sus tres hijos más que un molino, un burro y un gato.
Dejó el molino al hijo mayor, el burro al segundo y el gato al menor.
El hijo menor se puso muy triste.
Érase una vez un rey y una reina, que decían desear tener un hijo más que nada en el mundo. Finalmente, la reina dio a luz una hija tan hermosa que el rey no pudo contenerse de alegría, y ordenó una gran fiesta.
No sólo invitó a ella a sus parientes, amigos y conocidos, sino también a las mujeres sabias, para que fueran amables y favorables con la niña.
Érase una vez un pastorcillo que cuidaba de sus ovejas en el campo de un pequeño pueblo. Todas las mañanas, muy temprano, hacía siempre lo mismo. Iba al prado con su rebaño y así pasaba el tiempo.
Como muchas veces se aburría, un día, mientras descansaba bajo un árbol, tuvo una idea. Decidió que pasaría un buen rato divirtiéndose a costa de la gente del pueblo.
Hace mucho tiempo, un marido y su mujer vivían felices en una casita al borde de un bosque.
Pero un día la esposa cayó enferma. No podía comer nada y cada vez estaba más delgada. Lo único que podía curarla era una extraña hierba llamada Rapunzel, que crecía en el hermoso jardín que había junto a la cabaña.